jueves, 5 de septiembre de 2013

EL ASEDIO AL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA Y LA DESAPARICIÓN DE SU IMAGEN: PARTE OCTAVA

LA DESAPARICIÓN DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CABEZA

La desaparición de la imagen de la Virgen de la Cabeza en los últimos días de abril o primero de mayo de 1937 añadió al relato de los heroicos hechos vividos en el santuario un halo de misterio que acentuaba el carácter mítico que fue adquiriendo la figura del capitán Cortés en la posguerra sobre la base de la ocultación de la venerada talla.

Según testimonios anteriores a la guerra, la escultura medía unos 60 centímetros de altura en total y era de madera de cedro. Ninguno de los relatos conservados presenta una descripción de la imagen completa «por no habérsele quitado las vestiduras interiores que se conservan en perfecto estado», aunque podemos decir que era de talla completa y sedente que se alzaba sobre una base poligonal, sosteniendo en su brazo izquierdo al Niño.

Debido a la devoción que en la provincia de Jaén se le rendía a la imagen, al igual que en muchos lugares de la alta Andalucía y La Mancha, permaneció en su camarín una vez desalojados los padres trinitarios del recinto a finales de julio del 36. Con el fin de evitar cualquier tipo de profanación, las autoridades de Andújar decidieron precintar el templo, poniendo de este modo a salvo todas las imágenes que contenía el santuario, de forma que cuando el 18 de agosto llegaron los guardias civiles y familiares se encontraron el edificio intacto. Entre las más de un millar de personas que a partir de esa fecha poblaron el santuario y sus aledaños, existió una especial devoción hacia esta advocación, aunque la población residente solía rezar ante una imagen de la Virgen del Pilar, patrona del Cuerpo, que fue colocada en la conocida como sala de peregrinos en donde se celebraba la misa en los primeros días del asedio.

La imagen de la Cabeza se mantuvo en el camarín hasta el 5 de noviembre, fecha en la que una bomba lo destrozó, siendo cambiada por el capitán Cortés y el sacerdote Adoración Reyes a una alacena incrustada en la roca que existía en la habitación que ocupaba la familia del teniente coronel Iglesias en la planta baja de la hospedería. La alacena estaba dividida en dos por un anaquel y cerrada por unas puertas de madera con cerradura cuya llave custodiaba celosamente el estudiante de medicina José Liébana por tener en ella una talega que contenía sus víveres. En la parte baja de la misma se guardaban dos maletas con efectos personales y alhajas de su hermana Carmen, esposa del teniente Rueda, y de Mª Carmen Iglesias, hija del teniente coronel.

Conforme avanzaba el tiempo se iba alejando más la posibilidad de la ansiada liberación del reducto por las tropas nacionales. Ante lo que se consideraba inevitable, el médico de Villanueva de la Reina, Jacinto Lillo Martínez, conocido como «doctor Astra» para evitar represalias sobre su familia que había quedado en esta localidad y que coordinaba desde Sevilla los suministros del cerro, envió unas instrucciones a Cortés para ocultar la imagen de la Virgen si llegaba el momento necesario. En ellas se aconsejaba que se hiciera en presencia de, al menos, dos personas para saber el lugar exacto de su ocultación. La imagen debía ser cubierta, según estas instrucciones, con papeles fuertes e impregnada toda ella de grasa consistente para evitar que la humedad deteriorase la talla, siendo recubierta por un buen envoltorio de ropa y trozos de mantas. Asimismo se aconsejaba utilizar para su ocultación uno de los tubos metálicos que habían servido para enviar el socorro aéreo durante el asedio.A esto hay que añadir loafirmado por el teniente Ruano al padre Gabriel Bellido cuando en los primeros días del mes de abril de 1939 subieron al santuario. En la conversación, el militar afirmó que existió un juramento entre el capitán Cortés y los tenientes Rueda, Ruano y Porto para esconder la imagen «si se veía todo perdido y a no decir nada sobre el lugar aunque nos costara la vida».

En base a estas afirmaciones y otras similares, se tejió una pía leyenda sobre la ocultación de la talla que revalorizaba aún más la imagen del héroe del santuario con cuya muerte se llevó el secreto sobre el lugar donde se ocultó la Virgen de la Cabeza. A ésta no faltaron relatos y testimonios que corroboraban la generosa teoría de unas personas que se resistían a cualquier otra hipótesis que no fuera la de la ocultación.

Así tenemos el testimonio de Julián García Romero, recogido por Julio de Urrutia, que afirma que horas antes de la caída de la posición transportó sobre sus espaldas al brigada Jiménez Claver que había sido herido en el cerro de la cuarta sección. Antes de llegar al santuario fue relevado por otro de sus acompañantes. Repuesto de la fatiga, penetró en el santuario por la puerta sur. Al entrar en la habitación de la familia del teniente coronel Iglesias con el fin de despedirse de la Virgen de la Cabeza, una de las personas que en ella había le dijo: «No la busque que no está». Otro de los testimonios que mantuvo durante años la esperanza de que la imagen hubiera sido escondida fue la del guarda de la dehesa de la Virgen, Francisco Porras, que tenía su vivienda frente al santuario y que permaneció en el campamento hasta el fin del sitio. Éste solía contar a sus familiares que en la tarde del 29 de abril, después de terminar el duro ataque de ese día, el capitán Cortés invitó a algunas personas que se encontraban en el destruido santuario a despedirse de la Virgen, quedando de nuevo en la alacena. Según el mismo testimonio, el guarda vio en la madrugada del día siguiente, poco antes del amanecer, cómo el capitán Cortés «salía del santuario acompañado de un guardia civil que era portador de un bulto envuelto en una manta. Ambos se dirigieron por la ladera S.E. del Cerro.Cierto tiempo después volvió a ver al capitán Cortés y a su acompañante que volvía sin el bulto del que anteriormente era portador». Del acompañante de Cortés creía Francisco Porras, sin fundamento alguno, «que era uno de los muchos que murieron en las horas finales del asedio».

 Estos testimonios, juntos a otros similares, alentaron la posibilidad de la ocultación cuando las circunstancias hacían temer el asalto final de la posición. Pero tenemos que puntualizar que en las últimas horas del asedio el capitán Cortés no dejó de estar acompañado en todo momento por Pedro Gallego, un joven guardia que desde el principio del cerco le sirvió de secretario y que, debido a su demostrada lealtad, fue el confidente del capitán en la marcha del campamento. Sobre lo visto por el guarda Francisco Porras aquella noche hay que precisar que el bulto envuelto que portaba el joven guardia civil pudiera ser la caja fuerte de la Comandancia que el capitán Cortés, en su calidad de capitán-cajero en Jaén, transportó hasta el santuario. En el momento de su ocultación la caja había sido despojada del dinero que quedaba y en su lugar introdujeron los documentos relacionados con el campamento y las copias de los mensajes transmitidos mientras que las claves fueron guardadas por Gallego en el bolsillo de su guerrera, destruyéndolas en el momento que las fuerzas del ejército republicano tomaban las dependencias del santuario. Finalizada la contienda, Pedro Gallego, superviviente de los hechos, volvió a buscar la caja fuerte y que fue entregada en la Comandancia de la Guardia Civil de Córdoba.

Otras versiones atribuyen al teniente de Carabineros José Porto la acción de ocultar la imagen en los últimos días de combate al dirigir el sector sureste del santuario que era un lugar idóneo para esconderla por ser el más agreste y en el que existía numerosas oquedades naturales entre las rocas. Asimismo, cuando cayó herido el capitán Cortés el día 1 de mayo, pidió que llamaran a Porto con el que conversó en secreto, viendo algunos de los testigos en este encuentro el interés del jefe del reducto en confirmar que la imagen había sido escondida. Sin embargo debemos hacer notar que, conocedor el capitán de la gravedad de sus heridas y de la inminente caída del cerro, lo más lógico sería que le transmitiera a éste las últimas instrucciones para la entrega de la posición salvaguardando la vida de las más de un millar de personas que aún se encontraban en el mismo. Si fue éste el objeto de la entrevista Porto no pudo dar testimonio de ella pues, con la entrada de los primeros milicianos en la explanada del santuario, el teniente de Carabineros trató de dirigir como enloquecido la defensa en la sala de peregrinos, animando a los hombres allí refugiados a una resistencia hasta la muerte. Con la llegada de los primeros milicianos a la sala y al verse rodeado llevó su pistola hasta la sien y disparando acabó con su vida.

Los testimonios que avalaban la teoría de la ocultación fueron de capital importancia en la gestación del mito del capitán Cortés, teniendo una mayor aceptación popular en detrimento de las versiones que afirmaban que en el momento en el que cayó el santuario la imagen se encontraba en la alacena. Estas teorías también cuentan con testimonios de primera mano, como José Liébana quien afirmó que la única llave de la alacena la tenía él, siendo la última vez que se abrió la misma a primeras horas de la noche del día 30 de abril cuando Mª Carmen Iglesias le pidió la llave para sacar algo de su maleta. Al estar atendiendo a un herido, Liébana no la acompañó, devolviéndole la misma poco tiempo después. En las últimas horas del asedio José Liébana logró escapar del cerro, encaminando sus pasos hacia la zona nacional hasta que el día 5 de mayo fue apresado. Debido a los detalles que dio en el interrogatorio al que fue sometido, las autoridades republicanas decidieron continuar con el mismo en el santuario. En él pudo el joven médico comprobar el estado en el que había quedado el edificio. Al llegar a las dependencias que alojaron a la familia del teniente coronel Iglesias, vio cómo las puertas de la alacena estaban rotas a golpes, quedando en el exterior restos de hogueras con trozos de ornamentos sagrados y en el suelo de la habitación el pequeño manto que tuvo puesto la imagen durante el asedio.

Otro de los testimonios contrarios a la ocultación fue la transmitida  por el entonces capitán de la guardia civil Rodríguez de Cueto que, habiendo estado en el campamento en los primeros días del alzamiento, pasó a zona nacional con el nutrido grupo que dirigía el también capitán Antonio Reparaz. Rodríguez de Cueto participó en numerosas incursiones aéreas sobre el reducto debido a la permanencia en él de su mujer y sus hijos. El segundo de los libros que durante la guerra publicó se basaba en el testimonio de su familia además del nutrido grupo de comunicados del campamento con la zona nacional. En su libro Epopeya del santuario de Santa María de la Cabeza. Santiago Cortés afirma sobre la imagen de la Virgen que la «habían deshecho a machetazos» sin que para ello exista ninguna argumentación.


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FUENTE: ANTONIO EXTREMERA OLIVAN -BOLETIN DE ESTUDIOS GIENNEENSES Julio-Diciembre de 2010 Nº 202 paginas 46 a la 51. 






4 comentarios:

  1. Eso es mentira la virgen sige alli en el cerro no se sabe donde pero esta alli algun dia aparecera

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    1. Lo de la ocultación de la Virgen si que es una mentira y mas grande que una catedral. Una de dos o la Imagen salió de allí de algún modo o fue destruida en el asedio final. Pero todo eso de que la ocultó el Capitan Cortes es una patraña.

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  2. Don Jacinto Lillo, fue médico de la Compañía de Ferrocarriles MZA, mi padre Pedro Espinosa se Cozar era el auxiliar que tenía en la estación Espeluy para el cobro de las igualas e inyectar a los pacientes que lo necesitaban en mi casa era querido por su cualidad humana, mi progenitor nos contaba que días antes de la rebelión.militar se despidió de la familia con estas palabras "Pedro ahora tardáremos tiempo en vernos" recuerdo que su consulta era una especie de museo de aviación, cuerpo al que perteneció durante la contienda, estaba llena de hélices, tubos que se habían utilizado para el suministro de los guardias civiles sublevados en la Virgen de la Cabeza, tiempos para no recordar por los sangrientos acontecimientos que se sucedieron.

    Saludos

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  3. Hola Miguel. Su padre conoció al Dr. Lillo? Sabe usted si vive alg7n familiar del Dr. Lillo? Estoy buscando un libro escrito por él y publicado en Jaén en 1940, y no hay forma de encontrarlo.
    Un saludo, y magnífico blog

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