jueves, 5 de septiembre de 2013

EL ASEDIO AL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA Y LA DESAPARICIÓN DE SU IMAGEN: PARTE OCTAVA II

LA DESPACIÓN DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CABEZA CONTINUACIÓN

Más reciente es el testimonio dado por uno de los hijos del capitán Cortés, Juan Pedro, quien padeció el asedio junto a su padre. En uno de los artículos que publicó sobre el tema en Diario Jaén en 2003, afirmó: «Yo recé, después de haber confesado, ante la antigua imagen que guardábamos en una alacena tallada en la roca, en la planta baja de la hospedería, fachada sur del santuario, media hora antes de que las milicias republicanas entraran en el santuario».

Asimismo, no faltaron supervivientes que afirmaran que entre los pocos despojos que las fuerzas republicanas pudieron aprehender como botín de guerra, estaba la imagen de la Virgen, llegando algunos a afirmar que vieron cómo dos militares republicanos la envolvieron en una manta y desaparecieron con ella hacia el sector noreste.

Al hilo de estos testimonios hay que señalar que el 7 de octubre de 1939, el diario madrileño ABC publicó la noticia que la imagen de la Virgen había sido encontrada en el domicilio de un chófer en Valencia. La noticia despertó gran interés en la provincia de Jaén, sin embargo, a ésta le siguió un largo silencio que ha durado hasta los primeros años de este siglo cuando el historiador andujareño Enrique Gómez Martínez ha retomado esta línea de investigación defendiendo la verosimilitud de dicha noticia.

De las dos versiones que existieron al final de la contienda en torno a este asunto fue la primera de ellas, la que defendía la ocultación de la imagen, la que se impuso en la España franquista aunque ambas tenían los mismos visos de credibilidad. Con dicha versión se trataba de poner de relieve la preocupación del jefe del destacamento en salvaguardar la imagen de la profanación que, según su pensamiento, harían los milicianos con su entrada en el campamento. Ante esta visión es fácil pensar el compromiso que adquirieron los tenientes Rueda, Ruano y Po
rto con el capitán Cortés de esconder la imagen cuando se viera todo perdido. De haber existido dicha conversación entre la oficialidad debió suceder en la segunda quincena de abril, una vez que la población existente en Lugar Nuevo, bajo el mando del teniente Ruano, se unió al campamento del santuario. A esto se añade que para estas fechas sólo unos pocos optimistas confiaban aún en la ansiada liberación del reducto. Las cosas fueron complicándose a medida que pasaban los días por el reforzamiento de las posiciones republicanas en torno al santuario. A partir del 24 de abril la llegada de efectivos humanos y nuevas piezas de artillería republicana aumentó considerablemente. Durante la noche anterior fueron continuos los camiones que ascendieron y se dirigían a las diferentes posiciones para reforzar sus efectivos. Este hecho no pasó desapercibido para los defensores que veían desde el cerro las luces de los vehículos serpenteando a lo largo de la carretera de Andújar. Tampoco tuvo que escapar a los mandos de los resistentes que tan desmesurada concentración de fuerzas no podía mantenerse en la sierra durante demasiado tiempo por la debilidad en que dejaba otros frentes. De este modo podemos pensar que los sitiados esperaban el definitivo asalto en cualquier momento de esta última semana de abril.

Con las primeras luces del día 24 los peores pronósticos se hicieron realidad al observarse una gran cantidad de tropa en torno al cerro y el establecimiento de varias piezas de artillería de gran alcance que desde la casa de Orti no cesó de castigar desde ese día la fachada sur del recinto en donde se alojaban numerosas personas, especialmente mujeres, niños y heridos, por haber sido este lateral el lugar más resguardado del fuego enemigo hasta ese momento. Con la ruptura de las conversaciones con la Cruz Roja Internacional en la noche del 25 de abril el bombardeo cobró especial virulencia sobre la fachada sur del edificio causando numerosas bajas entre la población civil. Por este motivo, debemos pensar que en esta última semana el fin del asedio se esperaba en cualquier momento, de lo que debía ser consciente el mismo capitán-jefe de la posición que había realizado su carrera militar en los enfrentamientos bélicos en África. Por tanto, si existió una verdadera intención de esconder la imagen de la Virgen, como así fue expresado en otras ocasiones, fue durante esta última semana cuando se debió hacer y no necesariamente, como afirman algunos de los testimonios, durante la última noche del asedio.

Como hemos visto, la teoría de la ocultación de la imagen fue la más extendida durante la dictadura franquista, especialmente en Andujar y demás lugares que tenía la devoción en esta imagen. En base a ésta se organizaron numerosas excursiones en los años sucesivos a la guerra con el fin de encontrar la imagen entre las agrestes rocas del cerro sin resultado alguno. Ante las infructuosas búsquedas, se fue abriendo paso una versión sobre la misma que, manteniendo la ocultación, apuntaba a que fue encontrada por alguna de las muchas personas que se acercaron hasta las ruinas del santuario buscando algún despojo y vendida a algún anticuario extranjero. Esta nueva teoría no descartaba la línea inicial de investigación, llegando incluso Fr. Gabriel de la Dolorosa, junto a Francisco Calzado, a recurrir a la radiestesia por si esta técnica arrojaba alguna luz sobre el asunto. Ni que decir tiene que ninguna de estas indagaciones dieron resultados concluyentes sobre el paradero de la imagen, con lo que el mito formado en torno a la figura de Cortés no pudo ser completado con la imagen del capitán que, ante los más duros ataques, no descuidó sus deberes religiosos poniendo a salvo la centenaria imagen para evitar su profanación.

En este punto muerto se encontraban las cosas cuando un programa televisivo emitido por algunas cadenas autonómicas denominado «Flash-Back. Regreso al pasado» comenzó a indagar a mediados de febrero del 2003 sobre el conocido fenómeno de las caras aparecidas en Bélmez de la Moraleda. Durante la emisión de este programa y los que le siguieron, dieron cuenta de la relación de las mencionadas caras con la familia del guardia primero Miguel Chamorro Sánchez muerto en el santuario el día 2 de febrero, junto a sus dos hijas mayores, por la ingestión de alguna raíz venenosa. Con la muerte del padre y las dos hijas mayores de esta familia, ésta quedaba reducida a la madre y cinco hijas más que continuaron en el santuario. El día 26 de abril, y debido a la explosión de uno de los mortíferos cañonazos que desde la casa de Orti continuamente castigaban la zona sur del santuario, murió junto a los muros ya destruidos de la antigua casa de Colomera la viuda del guardia Chamorro, Isabel Gómez Cámara, junto a tres de las hijas que quedaban con vida. En esta triste jornada fueron más de cuarenta las personas, en su mayoría mujeres y niños, que perecieron ante los constantes proyectiles republicanos. La precisión de la fecha, 26 de abril, la tenemos gracias al testimonio dado por el alférez Carbonell y recogido por Julio de Urrutia en su mencionado libro. Afirma el alférez que al anochecer de ese día relevó al capitán Cortés en la función de dar sepultura a los muertos durante la jornada. De este modo recordaba «el momento de mayor impresión» en esta primera noche que le tocó presidir las inhumaciones cuando los enterradores depositaron en la fosa, «juntos y unidos en estrecho abrazo, los cadáveres de la viuda de Chamorro y de sus tres hijas».

Interrogados los medium durante el trance televisivo por el lugar donde estaba escondida la antigua imagen de la Virgen, respondieron que se encontraba junto a ellas en la fosa común del cementerio. A pesar de la falta de rigor histórico que el mencionado programa hizo gala durante sus emisiones en lo que respecta a los últimos días del asedio al santuario, dicha respuesta resulta coherente con lo narrado hasta ahora en el presente trabajo respecto a la desaparecida imagen, aunque debemos dejar expresa nuestra reserva sobre la misma. Esta afirmación la basamos en el hecho de que cuando muere la madre con tres de sus hijas en la última semana de abril, el ejército republicano hacía varios días que estaba reforzando, tanto humana como materialmente, sus posiciones, lo que era percibido por los habitantes del cerro que, como hemos afirmado, esperaban de un momento a otro el ataque final de la posición.

A esto hay que sumar que el capitán comenzó en esta última semana de abril los preparativos para el final del reducto, por lo que delegó incluso el acto de presidir las inhumaciones de los caídos en el oficial más cercano al cementerio, pudiéndose encontrar entre ellos el de la ocultación de la imagen según las instrucciones recibidas desde Sevilla. Una tumba colectiva era un lugar idóneo para este fin, ya que las mismas se excavaban y se iban acumulando los cadáveres hasta completarse, abriéndose otra fosa para posteriores difuntos. Los cadáveres eran inhumados envueltos en sábanas o mantas a modo de sudario. Del testimonio dado por el alférez Carbonell referido al primer día que ejerció esta labor por delegación del capitán, llama la atención que, al referirse a los miembros de esta familia, diga en su descripción que estaban en la fosa «juntos y unidos en estrecho abrazo», lo que hace pensar que los cuatro cadáveres fueron envueltos en un mismo sudario y donde la imagen de la Virgen pasaría desapercibida incluso para los mismos sepultureros.

Tomando como verosímil esta afirmación, podría tener sentido un testimonio que hasta el momento no se ha logrado explicar referido a las últimas horas de vida del capitán. Cortés cayó mortalmente herido por la metralla de una bomba hacia las tres de la tarde del día 1 de mayo. Media hora después, el ejército republicano tomaba definitivamente el recinto del santuario, procediendo de forma inmediata a la evacuación de los heridos de ambos bandos y de los prisioneros. El capitán fue evacuado en una camilla escoltada por un piquete de milicianos para evitar cualquier represalia por parte de algún soldado de la República, siendo llevado hasta las inmediaciones de la casa de peones camineros en donde se improvisó una ambulancia para su rápida evacuación. Ante la gravedad de las heridas del capitán, fue intervenido quirúrgicamente durante la noche por el cirujano Maximiliano Santos Laguna auxiliado por el comandante médico militar Martín Pérez. Hacia las once del día siguiente fue visitado furtivamente, debido a estar incomunicado, por el farmacéutico Vicente Palacios a quien acompaña el conductor del puesto de socorro José Molina. Este último le preguntó por el lugar donde se hallaba la imagen a la vez que le acercaba un papel y ponía en su mano un lápiz. El capitán dibujó sobre el papel «como un redondo», siendo interrumpido el dibujo por oír voces en el pasillo que llamaban al conductor para subir nuevamente al santuario. Al regresar Molina a Peñallana hacia las dos y media de la tarde, le comunicaron que el capitán había fallecido hacía una o dos
horas.

Al conocer Francisco Calzado este testimonio, remitió una carta con fecha del 22 de noviembre de 1990 a José Liébana Serrano, contestando éste pocos días después que «en el santuario existen los pozos que usted conoce tan bien como yo, sitios poco idóneos para esconder una imagen» continuando la carta sobre la posibilidad que se tratara de las pequeñas cuevas, a modo de madrigueras, que hacían los combatientes bajo las rocas para poder descansar sin peligro de las bombas44. Esta primera impresión del médico del campamento, la de referirse el dibujo a un pozo, adquiere significado ya que a escasos metros del cementerio habilitado en el santuario existía, y aún existe, uno de los tres pozos que sirvieron para el abasto de agua de los sitiados. ¿No podría el interrumpido dibujo tratarse del pozo inmediato al cementerio para ser tomado como referencia de la fosa en que se encontraba o del recinto mismo del cementerio? Pero sea como fuere, este enigma seguirá sin resolverse, por lo que la desaparición de la imagen seguirá estando ligada, de un modo u otro, a la figura del capitán Cortés.

FIN

FUENTE: ANTONIO EXTREMERA OLIVAN -BOLETIN DE ESTUDIOS GIENNEENSES Julio-Diciembre de 2010 Nº 202 paginas de la 51 a la 56.


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