lunes, 27 de mayo de 2013

EL ASEDIO AL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA Y LA DESAPARICIÓN DE SU IMAGEN: PARTE SEXTA

HACIA EL COMBATE FINAL: 

El santuario no poseía interés estratégico para ninguno de los bandos combatientes al estar aislado en Sierra Morena, a más de treinta kilómetros de Andújar con la que lo unía una carretera sin asfaltar que terminaba en el cerro. Además se conocía la población allí residente, compuesta en su mayoría por personal civil, siendo el grupo de combatientes numéricamente escaso e insuficiente como protagonizar ningún hostigamiento a la ciudad de Andújar o cualquier otra posición republicana. Cabe pues preguntarse qué interés suscitaba este enclave para el bando republicano.

Para entender la utilidad que podía reportar el hacerse con el santuario hay que tener en cuenta que el desenlace obtenido en el Alcázar de Toledo y el uso propagandístico que de él hizo el Ejército sublevado fue motivo más que suficiente para tratar de contrarrestarlo con la toma definitiva de la posición del santuario. A esto habría que añadir, la difusión que estaba tomando la odisea vivida entre aquellos riscos en la prensa nacional e internacional, por lo que la finalización del mismo podía ser explotada como propaganda por parte del gobierno republicano. Desde este punto de vista, quiero llamar la atención sobre las palabras del historiador británico Hugh Thomas que afirmó que «más aún que las defensas del Alcázar y de Oviedo, que terminaron felizmente, [el asedio al santuario] había ganado la admiración de los españoles de todos los bandos».

Asimismo, en los primeros días del mes de marzo, las tropas del general Queipo de Llano trataron de hacer una incursión por el norte de Córdoba con el fin de alcanzar las minas de mercurio de Almadén y la liberación del santuario. El ataque fue detenido en Pozoblanco por el teniente coronel Joaquín Pérez Salas.

A esto habría que añadir que en este mes de marzo, el Ejército republicano había cosechado una importante victoria militar en Guadalajara frente a las tropas italianas que trataban de hacerse con la ciudad. Este hecho sirvió para insuflar ánimo a sus combatientes que hasta ese momento de la guerra sólo habían visto retroceder sus posiciones.

Dentro del ambiente de optimismo, el Ejército republicano deseaba sumar esta nueva conquista que, más que por su valor estratégico, se convertiría en símbolo de la eficacia de la nueva organización militar que se había producido en los primeros meses del año con la creación primero de las Brigadas Mixtas y más tarde de las Divisiones, y con el nombramiento del coronel Gaspar Morales como jefe del Ejército de Andalucía.

Será a partir del mes de marzo cuando comience a estudiarse entre los mandos republicanos la idea de terminar definitivamente con el santuario, reforzando aún más el cerco tanto con nuevas piezas de artillería como de personal combatiente, apuntándose por primera vez la idea de trasladar una unidad de tanques. El día 24 se le comunicó al teniente coronel Gazzolo que «el Ministro encarga con particular interés que se liquide el asunto de Santa María de la Cabeza». Como primera medida se reforzará el uso del denominado «altavoz del frente» con el fin de desmoralizar a la castigada población asediada. Ante él hablarían a los sitiados corresponsales extranjeros, poetas, artistas, comisarios políticos, evadidos y presos pidiendo la rendición de la posición.

Una de las primeras consecuencias del funcionamiento del altavoz fue la deserción de cuatro guardias y un paisano de Lugar Nuevo con la intención de pasarse a zona nacional, aunque con tan mala fortuna que fueron apresados. Sus declaraciones mostraron al Ejército contrario la desmoralización que existía en el campamento del palacio «debido en primer lugar a los efectos de nuestra propaganda, y, también, a la actuación del jefe […] al que acusaban de favoritismo en el reparto de víveres y de poca sensibilidad en el trato con sus subordinados». Conocido el desánimo de esta tropa, el capitán Cortés reforzó dicha posición con el envío de 14 guardias civiles del santuario con el fin de elevar la moral de los combatientes.

El envío de nuevos efectivos republicanos comenzó a sentirse desde los primeros días del mes de abril, aumentando considerablemente hasta la definitiva toma de la posición el 1 de mayo.

Pero el protagonista de la última jornada será el carro de infantería T-26 B que tan buenos resultados había cosechado en las batallas de Seseña y Guadalajara. Hasta el cerro llegó una Compañía de éstos compuesta de 10 ó 12 carros. De fabricación rusa, el T-26 B contaba con un cañón de 37 mm., el más versátil de aquellos momentos, y una ametralladora coaxial.

El día 17 de abril arreciaron los ataques, comenzando a bombardear de forma continua incluso por la noche. Ese día, se contaron 37 muertos entre los sitiados. Pero será dos días más tarde, el 19 de abril, cuando los tanques comiencen su actividad. El ataque de ese día se inició a las dos de la madrugada con fuego intenso. A las 7 de la mañana ya eran 16 las víctimas mortales entre los defensores. Con la primera luz del día los tanques comenzaron su marcha. Primero ocuparon los derruidos muros de tres casas aledañas al cerro, para encaminar su rumbo hacia la calzada de ascenso. La intervención de la aviación nacional y el valor de los defensores, frustraron el despliegue de los carros, inutilizando dos de los seis que participaron en la operación.

A pesar del optimismo que el enfrentamiento de esta jornada dio a ambos bandos, la situación de los defensores era insostenible. El aumento de los ataques y la reducción del cerco hacían inaguantable por muchos días aquella situación. Así lo entendió el general Franco que a estas alturas de abril contactó con la Cruz Roja Internacional para que intercediera en la evacuación de las mujeres y los niños del santuario, y garantizara sus vidas. Así se lo trasladó Queipo de Llano a Cortés. Ante los titubeos de éste, el general insiste y ordena el cumplimiento de la orden de evacuación, apuntando la idea de que una vez realizada, podrían aprovechar la oscuridad nocturna para intentar alcanzar las líneas nacionales.

A las 9 de la noche, se anunció por el altavoz la llegada de los representantes de la Cruz Roja. Los mandos republicanos negaron el permiso para que accedieran hasta el santuario, por lo que pidieron por el altavoz que una delegación de sitiados se reunieran con ellos entre ambos frentes. Entre las condiciones propuestas por los defensores se encontraba que la población asediada fuera evacuada a zona nacional en grupos de 40, no saliendo otro convoy hasta que el anterior hubiera llegado a su destino y comunicado por heliógrafo desde Porcuna.

Estas condiciones no fueron aceptadas por el teniente coronel Cordón, exigiendo que los evacuados fueran llevados a zona republicana. El gobierno de Valencia fue aún más radical, pues el ministro Largo Caballero ordenó que no se admitiera ninguna evacuación si no iba precedida de la rendición incondicional de los combatientes, dejando expresada su intención de sancionar al coronel Morales si no cumplía la orden. También ordenaba que «en el caso de que la evacuación se hubiera realizado ya, completa o parcialmente, las personas que hubiesen salido del santuario se reintegrasen a él».

El 25 de abril Cortés envió a dos parlamentarios a entrevistarse de nuevo con los delegados de la Cruz Roja. Al no aceptar las condiciones establecidas, quedaron rotas las negociaciones. Como último recurso, el general Franco contactó de nuevo con la Cruz Roja para evacuar a las mujeres y niños del santuario. La nueva propuesta establecía que los evacuados permanecerían agrupados hasta que se concertara un canje de prisioneros con el gobierno de Valencia. Pero este último intento no llegó a realizarse, por lo que la población del santuario se preparó para el ataque definitivo.

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EN LA PROXÍMA PARTE: LA TOMA DEFINITIVA 

FUENTE: ANTONIO EXTREMERA OLIVAN -BOLETIN DE ESTUDIOS GIENNEENSES Julio-Diciembre de 2010 Nº 202 paginas DE LA 42 a la 45.

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