lunes, 3 de marzo de 2014

EL TESORO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA, UNA MIRADA A TRAVÉS DE EL TIEMPO, PARTE I

El Santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena reunió a lo largo de la Edad Moderna un importante patrimonio en obras de platería y orfebrería que integró su ajuar o tesoro. En el presente estudio se analizan las obras donadas a la Virgen por sus devotos y las obras encargadas por su cofradía. De igual manera se han incluido las obras más significativas existentes en la actualidad.

Entre los grandes centros de devoción que canalizaron la religiosidad popular hispana durante la Edad Moderna se encuentra el santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena, un importante centro de romerías nacido en los siglos de la Baja Edad Media y cuya proyección nacional era ya un hecho en la segunda mitad del siglo XVI, fechas en las que se documenta no solamente la afluencia de peregrinos desde diferentes lugares de la geografía peninsular, sino también las donaciones de todo tipo efectuadas por éstos. En las mismas fechas la devoción a la Virgen de la Cabeza se extendía también a los territorios americanos recientemente descubiertos y conquistados, gracias a la presencia en ellos de religiosos, funcionarios y militares al servicio de la administración española. Las condiciones del viaje y la estancia, en unos parajes tan lejanos y desconocidos, debieron ser muy duras para estos viajeros que, en circunstancias extremas, encomendaron su destino y su vida a un poder sobrenatural encarnado en esta advocación mariana. Al igual que los devotos peninsulares, estas personas materializaron su devoción y el agradecimiento por el favor recibido en significativas donaciones, particularmente joyas y obras de platería, que contribuyeron a definir el ajuar o tesoro de la Virgen y de su santuario.

Con el paso del tiempo, la corriente devocional desarrollada en torno a la Virgen de la Cabeza experimentó un crecimiento muy notable, lo que tuvo unas repercusiones directas en el aumento de su ajuar a lo largo del siglo XVII fundamentalmente y durante el siglo XVIII y en la configuración de un interesante patrimonio cuyo valor artístico, histórico y antropológico supera con creces el valor económico de las obras recibidas a lo largo del tiempo.Entre las piezas que llegaron al santuario en estas fechas cabe destacar diferentes coronas realizadas en oro o plata sobredorada y adornadas con piedras preciosas; las lámparas votivas de plata,
llegadas algunas de ellas desde los territorios españoles en América, y el trono de plata donado por el obispo Antonio de Brizuela y Salamanca.En este sentido cabe destacar la calidad y la prodigalidad de algunos de los donantes ligados a la Virgen de la Cabeza. Importante fue el conjunto de piezas remitidas al santuario de la Virgen por Diego Portichuelo Rivadeneyra, canónigo de la catedral de Lima, a lo largo de un periodo amplio de tiempo. Entre sus donaciones a la Virgen, efectuadas entre 1650 y 1676, se cuentan una lámpara de plata, un juego de seis candeleros grandes de plata, así como dos atriles de plata sobredorados y una campanilla de plata.

Por su calidad, y no por el número de piezas donadas, hay que incluir en esta relación de donantes más significativos el caso de Juan Álvarez Serrano, oidor de la Audiencia de México, que enviaría como legado postmortem para la Virgen de la Cabeza una corona de oro y piedras preciosas, labrada en tierras novohispanas, y muy probablemente en la capital del Virreinato.

CONTINUARÁ... 

Fuente: María Soledad Lázaro Damas. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses Julio-Diciembre de 2010 nº 202 Paginas 101 y 102. 

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